El poder, los medios, los ídolos, el dinero, las masas, lo ordinario. Todos estos conceptos combinados suelen ser la realidad de una sociedad manipulada, una sociedad que funciona como un organismo segado por la superficialidad y el entretenimiento, la búsqueda de la felicidad en la adquisición y el consumo. Yo mismo me incluyo entre esa muchedumbre y me pregunto si lo que me ha traído hasta aquí y lo que persigo ha sido derivado por las condiciones del contexto que en cierta forma predeterminan mi caminar o si ha sido por mi libre albedrío.
Siempre me ha llamado la atención lo que origina nuestros comportamientos y costumbres humanas y me pregunto por qué a veces evito seguir la corriente o estar en actividades masivas. La mayor parte de mi vida he sido emprendedor, cuestionador del sistema laboral, crítico de ciertas costumbres y no siempre me ha gustado que me digan qué debo hacer porque casi siempre resulta algo contrario a lo que siento o pienso.
Tal vez, esta actitud de independencia la traigo desde la infancia, recuerdo cuando jugaba con mis amigos cómo en algún momento me alejaba y terminaba imaginando y creando mis propios juegos. Jugar sólo, me liberaba de las normas y de la sujeción, me daba autonomía y estimulaba mi creatividad.
Hoy entonces, observo a las personas y mi propia vida, las tendencias, la moda y las costumbres y todo esto me hace pensar en lo cómodo que resulta para el individuo acoplarse, integrarse a estos establecimientos y adoptar la idea de pertenencia, de hacer parte de un rebaño, de estar alineado con “lo que debe ser”.
Por el contrario, buscar otros caminos, separarse de las costumbres populares, intentar construir otras realidades, otras maneras de vivir y ocupar el tiempo, deja la sensación de no pertenencia, de no estar integrado, de convertirse en un ser desconectado de la sociedad o de simplemente estar preso de un comportamiento antisocial.
En la política, en la música, en el marketing, entre otras cosas, se repite la conjugación de todas estas formas de manipulación, a manera de prácticas cómodas bajo el slogan “así es como funcionan las cosas”. Entonces, quien no hace un alto para hacer consciencia y cuestionarlo todo, cae en la corriente, la sigue y así va llevando la vida con sus penas y alegrías, resignado o conformado a la idea de que así es como se debe vivir.
¿Cuál sendero le haría bien al hombre tomar para percibir un estado de coherencia o armonía en su diario vivir?
Cebo y adicción
Entonces, noto que todo se trata de cebo y adicción. La élite que tiene el poder conoce a profundidad el comportamiento del individuo y de las masas y crean todo mecanismo para tener a la sociedad sedada, drogada, usando estrategias para manipular el comportamiento humano y así poder abastecerse de la energía, de la producción de esa muchedumbre para mantener y aumentar su poder.
La materia prima para el poder son las masas, osea todos nosotros. Si los seres humanos se rebelaran contra esos mecanismos de manipulación, se caería todo el andamiaje de las élites y surgiría toda una revolución, solo que nadie podría vaticinar con acierto en qué podría desenlazar ello. Pero emanciparse masivamente es algo difícil, es poco probable que suceda.
No obstante, el ser humano como individuo puede rebelarse, apartarse de las costumbres y evitar la corriente, dejar de ser un subordinado y encargarse responsablemente de su propia vida, de su propia construcción y forma de existencia, de desarrollar su pensamiento en torno a la libertad y a un estado de ser con el que se identifique o que le propicie mayor coherencia.
Por ello, algunos prefieren las minorías, tratar de pensar distinto, procurar un comportamiento genuino, vivir según su esencia, escoger y descartar, seleccionar lo que en verdad importa y apartarse del menú de entretenimiento y distracción del establecimiento, con el ánimo de ser los creadores de su propio destino.
Tal vez, es el caso de los artistas de espíritu libre, que se introducen en una búsqueda profunda en los momentos de creación como senda alterna por dónde conducir su espíritu de manera serena y apartada. Estar en medio de todos, rodeado por todos, desenvolviéndose por el mundo como cualquier otro, pero a la vez, vivenciando su realidad inédita.
Y cabe resaltar, que de alguna forma, todos somos artistas, solo que en el transitar hacia una mal llamada “madurez” muchos abandonan el niño creativo interior cayendo en las trampas de los compromisos sociales y viviendo bajo presión algo que dista de lo que entusiasma al espíritu.
“Pero el ansia de libertad puede despertar al creativo interior para imaginar nuevos horizontes y transitar por senderos venturosos y apasionantes en el arte de vivir.”
Arte, libertad, cebo y adicción
El poder, los medios, los ídolos, el dinero, las masas, lo ordinario. Todos estos conceptos combinados suelen ser la realidad de una sociedad manipulada, una sociedad que funciona como un organismo segado por la superficialidad y el entretenimiento, la búsqueda de la felicidad en la adquisición y el consumo. Yo mismo me incluyo entre esa muchedumbre y me pregunto si lo que me ha traído hasta aquí y lo que persigo ha sido derivado por las condiciones del contexto que en cierta forma predeterminan mi caminar o si ha sido por mi libre albedrío.
Siempre me ha llamado la atención lo que origina nuestros comportamientos y costumbres humanas y me pregunto por qué a veces evito seguir la corriente o estar en actividades masivas. La mayor parte de mi vida he sido emprendedor, cuestionador del sistema laboral, crítico de ciertas costumbres y no siempre me ha gustado que me digan qué debo hacer porque casi siempre resulta algo contrario a lo que siento o pienso.
Hoy entonces, observo a las personas y mi propia vida, las tendencias, la moda y las costumbres y todo esto me hace pensar en lo cómodo que resulta para el individuo acoplarse, integrarse a estos establecimientos y adoptar la idea de pertenencia, de hacer parte de un rebaño, de estar alineado con “lo que debe ser”.
Por el contrario, buscar otros caminos, separarse de las costumbres populares, intentar construir otras realidades, otras maneras de vivir y ocupar el tiempo, deja la sensación de no pertenencia, de no estar integrado, de convertirse en un ser desconectado de la sociedad o de simplemente estar preso de un comportamiento antisocial.
En la política, en la música, en el marketing, entre otras cosas, se repite la conjugación de todas estas formas de manipulación, a manera de prácticas cómodas bajo el slogan “así es como funcionan las cosas”. Entonces, quien no hace un alto para hacer consciencia y cuestionarlo todo, cae en la corriente, la sigue y así va llevando la vida con sus penas y alegrías, resignado o conformado a la idea de que así es como se debe vivir.
¿Cuál sendero le haría bien al hombre tomar para percibir un estado de coherencia o armonía en su diario vivir?
Cebo y adicción
Entonces, noto que todo se trata de cebo y adicción. La élite que tiene el poder conoce a profundidad el comportamiento del individuo y de las masas y crean todo mecanismo para tener a la sociedad sedada, drogada, usando estrategias para manipular el comportamiento humano y así poder abastecerse de la energía, de la producción de esa muchedumbre para mantener y aumentar su poder.
La materia prima para el poder son las masas, osea todos nosotros. Si los seres humanos se rebelaran contra esos mecanismos de manipulación, se caería todo el andamiaje de las élites y surgiría toda una revolución, solo que nadie podría vaticinar con acierto en qué podría desenlazar ello. Pero emanciparse masivamente es algo difícil, es poco probable que suceda.
No obstante, el ser humano como individuo puede rebelarse, apartarse de las costumbres y evitar la corriente, dejar de ser un subordinado y encargarse responsablemente de su propia vida, de su propia construcción y forma de existencia, de desarrollar su pensamiento en torno a la libertad y a un estado de ser con el que se identifique o que le propicie mayor coherencia.
Por ello, algunos prefieren las minorías, tratar de pensar distinto, procurar un comportamiento genuino, vivir según su esencia, escoger y descartar, seleccionar lo que en verdad importa y apartarse del menú de entretenimiento y distracción del establecimiento, con el ánimo de ser los creadores de su propio destino.
Tal vez, es el caso de los artistas de espíritu libre, que se introducen en una búsqueda profunda en los momentos de creación como senda alterna por dónde conducir su espíritu de manera serena y apartada. Estar en medio de todos, rodeado por todos, desenvolviéndose por el mundo como cualquier otro, pero a la vez, vivenciando su realidad inédita.
Y cabe resaltar, que de alguna forma, todos somos artistas, solo que en el transitar hacia una mal llamada “madurez” muchos abandonan el niño creativo interior cayendo en las trampas de los compromisos sociales y viviendo bajo presión algo que dista de lo que entusiasma al espíritu.
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