Encontrar la inspiración es algo conmovedor y carga de una potente energía al espíritu.
Hay momentos en que esta aparece y despierta el ánimo como una chispa que prende la llama para iluminar y provocar estados de fluidez creadora.
La inspiración es como una ventana que se abre para que al contemplar la belleza el espíritu quede atrapado por la visión de lo sublime, encantado con la imagen de la naturaleza misteriosa que impregna la profundidad del alma con su dulzura memorable, originando allí la energía esencial para la creatividad espontánea.
Hay momentos en que esta aparece y despierta el ánimo como una chispa que prende la llama para iluminar y provocar estados de fluidez creadora.
Se presenta como un camino sutil, sí, es camino, camino de contemplación y conocimiento, por donde se va sin prisa, husmeando hacia lo nuevo o a lo que atrae al ser con la inocente disposición de caer absorto en el asombro, es acercamiento a la naturaleza con la curiosidad de un niño y pasear como un explorador saboreando el instante como obsequio imperdible de su travesía.
La inspiración va surgiendo de ese vínculo con la naturaleza de forma espontánea para que el ser se implique en un ambiente de pertenencia, esa relación con algo espléndido y sublime desde la cual se puede ofrecer la vida como fuente de la que emana la potencia creativa.
Integrarse a la naturaleza, profundizar en ella, comprenderla aunque sea un poco, es una forma de conocerse a sí mismo y por ello, en esa experiencia de acercamiento va surgiendo la inspiración como elemento vital para poder crear aquello que trasciende, la obra humana que surge resplandeciente como manifestación de que lo mágico se puede transformar en algo real, en una realidad inestimable, esa realidad que los espíritus libres desean alcanzar.
Encontrarla en lo desapercibido
Por eso, la inspiración conlleva riesgo y también autodeterminación. El ser humano inmerso en su cultura se torna en un ente movilizado a través de rutas trazadas por las costumbres y resulta que, la inspiración conduce al ser humano hacia rutas que le suelen ser desconocidas o a aquellas que para seres distraídos pasan desapercibidas.
De manera que, si se ha de dirigir la existencia bajo la entrega total a la inspiración, ha de saber el espíritu que su elección le llevará a la grandeza, no aquella cuyo aire se llena de superioridad sino la que cabalga sobre los lomos de la libertad, la creatividad y el universo de lo inédito.
Elegir vivenciar esta existencia del ser abrazado por la inspiración y despojado de todo miedo, viviendo con coraje y entrega total para que fluya desde el interior la riqueza y creatividad que nos es dada, conlleva a no escatimar esfuerzos para resistirse a la repetición y norma mundana y así conducir con ímpetu los pasos hacia esa construcción magnífica y asombrosa consistente en una existencia digna de haber sido vivida.
Por lo tanto, comprender el sistema en el que nos movilizamos día tras día con la certeza de haber nacido libres y soñadores, es una forma de encontrar espacio para el origen de la virtud creadora, que incluso en medio del caos, nos obsequia ese bello destello que llamamos “inspiración”.
“La inspiración es luz vívida que llega cuando cierras los ojos, abrazas tu pasión y vuelves a creer.”
Encontrar la inspiración
Encontrar la inspiración es algo conmovedor y carga de una potente energía al espíritu.
Hay momentos en que esta aparece y despierta el ánimo como una chispa que prende la llama para iluminar y provocar estados de fluidez creadora.
La inspiración es como una ventana que se abre para que al contemplar la belleza el espíritu quede atrapado por la visión de lo sublime, encantado con la imagen de la naturaleza misteriosa que impregna la profundidad del alma con su dulzura memorable, originando allí la energía esencial para la creatividad espontánea.
Se presenta como un camino sutil, sí, es camino, camino de contemplación y conocimiento, por donde se va sin prisa, husmeando hacia lo nuevo o a lo que atrae al ser con la inocente disposición de caer absorto en el asombro, es acercamiento a la naturaleza con la curiosidad de un niño y pasear como un explorador saboreando el instante como obsequio imperdible de su travesía.
La inspiración va surgiendo de ese vínculo con la naturaleza de forma espontánea para que el ser se implique en un ambiente de pertenencia, esa relación con algo espléndido y sublime desde la cual se puede ofrecer la vida como fuente de la que emana la potencia creativa.
Integrarse a la naturaleza, profundizar en ella, comprenderla aunque sea un poco, es una forma de conocerse a sí mismo y por ello, en esa experiencia de acercamiento va surgiendo la inspiración como elemento vital para poder crear aquello que trasciende, la obra humana que surge resplandeciente como manifestación de que lo mágico se puede transformar en algo real, en una realidad inestimable, esa realidad que los espíritus libres desean alcanzar.
Encontrarla en lo desapercibido
Por eso, la inspiración conlleva riesgo y también autodeterminación. El ser humano inmerso en su cultura se torna en un ente movilizado a través de rutas trazadas por las costumbres y resulta que, la inspiración conduce al ser humano hacia rutas que le suelen ser desconocidas o a aquellas que para seres distraídos pasan desapercibidas.
De manera que, si se ha de dirigir la existencia bajo la entrega total a la inspiración, ha de saber el espíritu que su elección le llevará a la grandeza, no aquella cuyo aire se llena de superioridad sino la que cabalga sobre los lomos de la libertad, la creatividad y el universo de lo inédito.
Elegir vivenciar esta existencia del ser abrazado por la inspiración y despojado de todo miedo, viviendo con coraje y entrega total para que fluya desde el interior la riqueza y creatividad que nos es dada, conlleva a no escatimar esfuerzos para resistirse a la repetición y norma mundana y así conducir con ímpetu los pasos hacia esa construcción magnífica y asombrosa consistente en una existencia digna de haber sido vivida.
Por lo tanto, comprender el sistema en el que nos movilizamos día tras día con la certeza de haber nacido libres y soñadores, es una forma de encontrar espacio para el origen de la virtud creadora, que incluso en medio del caos, nos obsequia ese bello destello que llamamos “inspiración”.
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