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Haceres y pensares

20 de abril de 2025 Juan Mora 0 Comentarios

Haceres, mi mente divaga entre la lista de pendientes por hacer. Si estoy haciendo algo me libero de la presión que ejerce en mí el concepto de improductividad. Entonces hago una cosa y luego hago la otra, voy de tarea en tarea y de pronto surge la pregunta ¿Para qué hago esto o aquello? ¿Por qué mejor no hacer esto otro? Ante tantas posibilidades de actividades humanas uno puede terminar abrumado o confundido.

En economía hay un término conocido como “costo de oportunidad”. Cuando haces algo o tomas una decisión, a la vez estás descartando o sacrificando el resto de posibilidades y esto tiene un costo. Puede que por dicha acción o decisión estés pagando un precio muy alto por haber abandonado opciones más valiosas en tu vida.

Puede que por dicha acción o decisión estés pagando un precio muy alto por haber abandonado opciones más valiosas en tu vida.

Pero entonces, me pregunto ¿Qué o quién determina el valor de las cosas? ¿Qué vale más, una puesta de sol o una palabra al viento? ¿Ganar más dinero o ganar más fama? ¿Caminar al ritmo de nuestros pasos o avanzar a la velocidad de la era del “ya”? ¿Cantar desafinado una canción de Serrat o Cabral o mejor no interrumpir la paz y el silencio del otro?

La ambigüedad atravesada

Pues bien, lo ambiguo y lo relativo se atraviesan en esta reflexión y tiene uno que decidir a qué darle valor para decidir qué hacer y qué descartar.

Cada acción e inacción genera algo, así que, sea como sea, siempre estamos creando, a veces tomando el timón con la ilusión de control, sin ser conscientes de las innumerables variables que se pueden interponer a nuestras pretensiones, pero quizá, peor aún, a veces nuestro comportamiento delata un estado autómata, parecemos seres conducidos por fuerzas externas, faltos de autonomía y terminamos en la corriente, en la moda, en la tendencia.

Hoy es sabido que el mundo nos juzga por lo que hacemos o no hacemos. El ser ha sido reducido a una etiqueta, un título que codifica e incluso, en gran parte configura lo que uno termina siendo en medio de la sociedad. Adicional a esto, están los “ismos”, esas ideologías que agregan al individuo a un grupo, una comunidad, un colectivo en el que se puede sentir cómodo por las coincidencias en pensamiento, gustos, creencias, comportamientos, etc.

Entonces, cualquiera de estas prácticas nos van conduciendo por un camino de satisfacción, puesto que estamos haciendo algo, y mejor aún, haciendo algo acorde con la sociedad, la cultura, lo que debe ser, lo que los demás aprueban. Luego, al avanzar en su camino, el ser humano experimenta la sensación de que esto era lo correcto para su vida y su forma de aportarle al mundo desde su existencia.

“Desarticularse un poco, reflexionar de forma anticipada sobre la elección de cada acción para construir una individualidad más cercana a la libertad.”

— Juan Mora

Pero ¿Esta sensación no es contraria a reflexiones más profundas desde sus anhelos más íntimos?

Así que, tal vez sea interesante volver a la pregunta ¿Qué hacer? o ¿Qué me gustaría hacer próximamente cuando sea posible?

De cualquier forma, podemos optar por acciones que estén alineadas con lo que la sociedad demanda de nosotros, y despojándonos del poco criterio que tengamos, seguir como máquinas que aportan el trabajo físico para el poder económico, o por un sendero más difícil y complejo, desarticularse un poco, reflexionar de forma anticipada sobre la elección de cada acción para construir una individualidad más cercana a la libertad, una humanidad más parecida a una proyección propia, un ser un tanto más auténtico y corajudo, sin necesidad de entrar en conflicto con la otredad, perteneciendo a una cultura, a una época, a un complejo social bastante condicionante, pero a la vez, con cierto aire de independencia y rebeldía frente a lo establecido.

Así pues, encontrar los haceres y pensares valiosos en medio de la sobre abundancia de opciones y ofertas que nos presenta el mercado, disfrutando la maravillosa experiencia de vivir, como aquella abeja que vuela de flor en flor recolectando el delicioso néctar sin detenerse por las hostilidades que podrían acecharle en la naturaleza.

Pensar lo bello, enfocar el espíritu en un pedazo de realidad más grata y reconfortante y conducir la existencia por la vereda del crecimiento, las elecciones conscientes y la contribución a la creación de espacios para el buen vivir.

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